Ayer cuando aún no te conocía,
ni siquiera sabía lo que iba a poner,
ayer según fui escribiendo,
te fui conociendo y empecé a padecer.
Imagino tu rostro de arrugas marcado,
por el paso de los años y por tu proceder.
Esos ojos esquivos de pestañas fruncidos,
en otra hora vivarachos, inquisidores también,
hoy abaten sus alas, ni siquiera me miran,
y es que es casi seguro que no me pueden ver.
Esos labios resecos, apenas sin movimiento
tan solo para beber o para comer,
en otro tiempo recorrieron cada esquina de mi ser,
y es que ya se han olvidado del camino que seguían,
de cuál era el entorchado que al final conseguían,
sublime causa o efecto de caricia repetida.
Con esos dedos quebrados de manos ahora huidizas,
que antaño se paseaban sin marcar ni dejar huella,
en cada trozo de mi piel.
Quisiera tener un pacto, implorarles que no escapen,
que el roce de mis manos no les den ningún rechazo,
que permitan que mis labios, a besos pueda alegrarlos.
ni siquiera sabía lo que iba a poner,
ayer según fui escribiendo,
te fui conociendo y empecé a padecer.
Imagino tu rostro de arrugas marcado,
por el paso de los años y por tu proceder.
Esos ojos esquivos de pestañas fruncidos,
en otra hora vivarachos, inquisidores también,
hoy abaten sus alas, ni siquiera me miran,
y es que es casi seguro que no me pueden ver.
Esos labios resecos, apenas sin movimiento
tan solo para beber o para comer,
en otro tiempo recorrieron cada esquina de mi ser,
y es que ya se han olvidado del camino que seguían,
de cuál era el entorchado que al final conseguían,
sublime causa o efecto de caricia repetida.
Con esos dedos quebrados de manos ahora huidizas,
que antaño se paseaban sin marcar ni dejar huella,
en cada trozo de mi piel.
Quisiera tener un pacto, implorarles que no escapen,
que el roce de mis manos no les den ningún rechazo,
que permitan que mis labios, a besos pueda alegrarlos.
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