Me cerraron los ojos
y el entendimiento,
para que no gritara
me cosieron lo labios.
Ataron mis brazos
a unos fríos hierros,
para que no hiciera
ni señal con ellos.
Y así bien sujeto,
me echaron encima
discursos y mítines.
Dijeron que era
rebelde y travieso,
un muy mal ejemplo
para sus hijos.
Me lavaron la cara,
también el cerebro
y en un par de días,
ya fui excremento.
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