Somos tahúres en las mesas del juego de la vida
nos guardamos la jugada maestra
solapada por la alquimia de nuestro quehacer diario,
ocultando el as de la verdad en la manga del trabajo,
regateándole a la familia el tiempo sobrante en banalidades,
esperando la llegada masiva de dinero (que nunca llegará)
para compensar a todos y hacer la fiesta prometida,
pero la fortuna no alcanza al soñador altruista.
Somos piezas de un tablero que mueve el destino,
que nuestro subconsciente equivoca la jugada o
que nosotros inconscientemente obligamos al error.
Solo cuando intuimos el peligro,
cuando vemos que la reina negra amenaza nuestro juego,
le enfrentamos peones, alfiles, caballos o nos refugiamos en nuestra torre,
sin importarnos que la atmósfera del tablero se esté contaminando,
que el calentamiento global amenace las tierras y las aguas,
que se mate para robar, que cada vez haya más gente con hambre,
que nos gobierne la mentira y la hipocresía…
inclinando la cabeza y tirando ya las piezas del juego. DERROTADOS.
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